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Libros de horas: devoción y arte en la Edad Media

Solapas secundarias

Manuscritos iluminados de la Edad Media

Los manuscritos iluminados son textos complementados con letras capitulares, bordes y miniaturas. Aún cuando era empleado para describir todo aquel códice ornamentado, refiere en un sentido estricto a aquellos volúmenes cuyas decoraciones fueron ejecutadas con polvo u hoja de oro y/o plata.

La mayoría de los manuscritos iluminados sobrevivientes son de la Edad Media, de carácter religioso y creados como códices enrollados o pliegos, en papiro, pergamino, papel vitela o piel de becerro.

Los libros de horas son herederos de esta tradición, pero se diferencian por su formato y materiales: papel en forma de folios o páginas cocidas a mano en forma de cuadernillos.

Esta hechura involucró más trabajo por parte del librero y un valor comercial más elevado, aunque esto no impidió que fueran los de mayor circulación durante la Edad Media.

Los primeros libros impresos o incunables reprodujeron el estilo al dejar espacios para miniaturas, letras capitulares decoradas o decoraciones en el margen.

Los manuscritos ilustrados continuaron produciéndose en cantidades más reducidas hasta principios del siglo XVI, pues la imprenta introdujo nuevas demandas editoriales no satisfechas por este formato.

No fue antojadiza la elección del pan de oro y de colores brillantes como azul y rojo en las decoraciones.

La asociación entre la luz y la divinidad es muy antigua y en el mundo cristiano se usó para ilustrar la presencia de Dios y su naturaleza. "Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida" (Juan 8, 12).

Los artesanos paleocristianos, bizantinos, románicos y góticos decoraron con oro resplandeciente las representaciones de Cristo, pues en el Medioevo los libros religiosos eran apreciados como encarnaciones auténticas de la Palabra de Dios y no como meros receptáculos de ella.

Estos minerales fueron utilizados como recursos expresivos, junto a otros colores saturados como el azul ultramarino, que se reservaba prioritariamente para el manto de la Virgen. Este color fue el más costoso de aquella época, ya que era extraído casi exclusivamente de una mina al noreste de Afganistán.

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